sábado, 30 de noviembre de 2013

19. ¿Qué encíclica celebra el centenario de la doctrina social de la Iglesia?



Juan Pablo II concluye su aportación a la doctrina social con la publicación de la encíclica Centesimus annus, fechada en Roma el 1 de mayo de 1991, para celebrar el centenario de Rerum novarum. Marca, pues, una fecha muy relevante en la historia de la enseñanza social de la Iglesia. Por ello, si anteriormente los distintos pontífices habían querido destacar en momentos diferentes los aniversarios del histórico documento de León XIII, la celebración de su centenario mueve a Juan Pablo II a conmemorarla de una manera particular, que rememora no solo la en-cíclica de León XIII, sino también de los documentos que en los años siguientes contribuyeron a actualizarla.

Con Centesimus annus Juan Pablo II se propone una relectura de Rerum novarum. Invita a mirarla de una manera retrospectiva para redescubrir la riqueza de sus principios fundamentales; llama también a mirar a las cosas nuevas que hoy nos rodean, a los nuevos problemas y conflictos sociales, tan diversos de los que caracterizaron el último decenio del siglo XIX; e impulsa especialmente a «mirar al futuro», cargado de incógnitas y promesas.

Resaltando la fecundidad de los principios expresados por León XIII, Juan Pablo II analiza algunos acontecimientos de la historia reciente. Cobra una importancia especial el análisis y reflexión en torno a los acontecimientos relacionados con la caída de los regímenes comunistas, iniciada con el derrumbamiento del muro de Berlín en el año 1989.

El Papa considera los graves errores del comunismo: la concepción marxista del hombre y de la libertad, la negación de Dios y la elección de la lucha de clases como medio esencial de acción. Analiza también las causas inmediatas de su fracaso, destacando que los factores decisivos han sido la violación de los derechos de los trabajadores, la ineficiencia del sistema económico y el vacío espiritual provocado por el ateísmo. Pero advierte, al mismo tiempo, sobre el peligro real de deslizamiento hacia un «capitalismo salvaje», afirmando: «Es inaceptable la afirmación de que la derrota del socialismo deje al capitalismo como único modelo de organización económica».

Una vez más, como en sus encíclicas anteriores, el Papa subraya que «la doctrina social, especialmente hoy día, mira al hombre», que se encuentra en la compleja trama de relaciones de la sociedad moderna. El hombre es el eje de la encíclica, tanto desde el punto de vista del trabajo, como del desarrollo y de la propiedad. En efecto, la dignidad de la persona constituye la fuente de los derechos humanos, cuyo reconocimiento es el fundamento «sólido y auténtico» de la democracia.

En la encíclica, el amor al hombre se concreta en la promoción de la justicia y mira al desarrollo integral de todos los hombres. La centralidad de la persona en la vida económica y social ilumina, por otra parte, el sentido de los bienes y su orientación a satisfacer las necesidades humanas; implica el reconocimiento de la propiedad, orienta los criterios éticos ante algunos problemas actuales, como la deuda externa, el fenómeno del consumismo y la cuestión ecológica.

Como puede apreciarse, la relectura de la encíclica Rerum novarum que propone Juan Pablo II en el umbral del tercer milenio, propicia la apertura a los problemas sociales que aparecen en el momento actual. Se sitúa, de manera certera, en el nuevo contexto social que marca la caída de los regímenes comunistas; y desde este horizonte se refiere no solo a los antiguos problemas que consideró Rerum novarum y han seguido estando presentes en la tradición de la enseñanza social de la Iglesia (situación de los obreros, conflicto entre capital y trabajo, derechos del trabajo, derecho a crear asociaciones, salario justo, etc.)  sino también a los grandes problemas sociales actuales: ecología, democracia, cultura, derechos humanos, etc.

Sobre todas estas cuestiones reafirma la importancia de la doctrina social de la Iglesia y anima a «asumir el camino del hombre», ofreciendo la concepción cristiana de la dignidad de la persona, «que se manifiesta en toda su plenitud en el misterio del Verbo encamado». Una vez más, Juan Pablo II reivindica los grandes principios de la solidaridad y subsidiaridad, subraya el valor de la libertad, valorizada plenamente solo por la aceptación de la verdad, y compromete a seguir la preocupación y dedicación constante de la Iglesia por los más necesitados, es decir, a una opción preferencial por los pobres.


Fuente: E. Alburquerque Frutos, Doctrina Social de la Iglesia: 25 preguntas, CCS, Madrid 2011.

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