Han pasado unos días más y recuerdo el día 27 poco a poco. Ese día llovió y tuvimos que hacer hueco a los jóvenes en el comedor. Sé que la actitud que nos proponíamos trabajar y adquirir era "vivir desde la esperanza". El objetivo desenmascarar a la Reina de Corazones, salvar la imaginación y reconquistar la fantasía.
El plan era fácil, pero complicado en la ejecución porque no dependía de nosotros sino de un gesto de amor verdadero. En los días de destierro nos dimos cuenta que, pase lo que pase, el amor es mas fuerte que el odio, la verdad más grande que las mentiras, la belleza más transparente que lo aparentemente bonito, la bondad más apetecible que lo malo... pero, ¿cómo hacerlo?
En la mañana apareció un personaje de cuento conocido por todos: "La Lechera" y sus sueños poco realistas, pero que invitaban a ir por encima de la aparente realidad. Aunque torpemente, ella expresaba los anhelos de los humanos: construir y trabajar para hacer las cosas mejor e ir a más.
Poco más tarde se nos presentó la "Cenicienta". Ella, aparentemente, no tenía más futuro que el que que le permitían sus hermanastras. Condenada a ser sirvienta, a pesar de su sinceridad, amabilidad, cariño y belleza, soñaba con ser princesa. Por su parte, el "Príncipe Encantador buscaba en amor verdadero y puro. El destino o el hado hicieron, a pesar de las maldades de la Reina, que se encontrar gracias a la ayuda de un hada.
Ella nos pidió que interviniéramos para regalarle el vestido más bello del mundo y poder asistir al banquete donde "Encantador" escogería a su princesa. Todos nos pusimos manos a la obra porque el hada tenía el presentimiento que estos dos jóvenes y apasionados amantes era la clave para vencer a la Reina.
Pero en plena fiesta las hermanastras destrozaron el vestido de Cenicienta y todo parecía perdido, aunque con un poco de suerte lo que se perdió fue el zapato en su huida, en el momento que Cenicienta abandonó la fiesta avergonzada.
Todos los personajes de los cuentos, sabiéndose salvados en sus historias conservadas en el gran libro, decidieron intervenir y desenmascarar a la Reina.
Estuvimos a punto de condenar a la Reina e incluso alguien gritó ¡Qué le corten la cabeza! como le gustaba a ella gritar cuando no tenía salida ante las situaciones difíciles. Pero la cordura se apoderó de nosotros y la perdonamos recuperando así su auténtico cuento y su lugar en el país de la maravillas.
Estuvimos a punto de condenar a la Reina e incluso alguien gritó ¡Qué le corten la cabeza! como le gustaba a ella gritar cuando no tenía salida ante las situaciones difíciles. Pero la cordura se apoderó de nosotros y la perdonamos recuperando así su auténtico cuento y su lugar en el país de la maravillas.
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