En estos días estamos escuchando en las eucaristías la historia de la persecución que sufrieron los primeros cristianos. Por eso, no he dudado en traer este artículo que aparecía hoy en el informativo semanal " El Grano de Arena", el cuál es recomendable visitar a menudo (http://attac-info.blogspot.com)
Amílcar Morales
Asentados en Europa desde los albores de la alta edad media, alrededor del año 1400 de nuestra era, los gitanos constituyen la mayor minoría étnica del continente y también la más perseguida, víctima de prejuicios, discriminación y maltrato.
Su presencia a lo largo del tiempo es innegable y se muestra en varias manifestaciones artísticas, como la música, la pintura y la literatura, pero la percepción de la sociedad sobre este grupo humano está permeada por una serie de conceptos preconcebidos, erróneos la mayoría de ellos.
Influyen en esto varios factores, como las incógnitas sobre su origen, su aislamiento y su negativa a aceptar otras normas de vida que no sean las propias.
Se sabe que partieron de algún lugar del norte de India, posiblemente huyendo de las invasiones mongolas y musulmanas, y luego de 600 años arribaron al Bósforo y de allí al sur de Grecia, en una región llamada el "pequeño Egipto".
Una de las teorías sobre su nombre refuerza esta hipótesis pues al llegar a tierras de la península ibérica fueron denominados como "egiptanos", palabra que derivó en la actual apelación de "gitanos", aunque entre ellos se definen como "roms" según su propio idioma, el romaní.
Su indocilidad a acatar las autoridades locales, sobre todo las rígidas normas religiosas de la época, y el carácter trashumante hicieron que se les comenzase a achacar todo tipo de males asociados a su presencia, como robos, muertes, desaparición de niños y hasta enfermedades y malas cosechas.
De hecho, Víctor Hugo escandalizó a la sociedad francesa del siglo XIX con su novela Nuestra Señora de París, donde atribuye valores morales a los gitanos y responsabiliza, en cambio, por la atroz muerte de la protagonista femenina, Esmeralda, a la turbia conducta del archidiácono Claude Frollo.
Otro tanto hizo en Londres Arthur Conan Doyle, quien da un tratamiento digno a los roms en su novela La Banda Moteada.
Fuera de estos y otros pocos casos, la realidad es que los prejuicios contra los gitanos se fueron acumulando durante siglos en el imaginario popular, lo cual provocó, a su vez, un mayor aislamiento entre estos grupos.
El siglo XX no hizo sino aumentar los males de estas comunidades en suelo europeo, sobre todo en la medida en que se fortaleció el régimen nazi y sus teorías sobre la pretendida pureza de la raza aria.
En 1934 se comenzó a practicar la esterilización de roms por medio de inyecciones o castración en Alemania y cuando estalló la guerra se les concentró en campos de trabajo y exterminio, como Dachau, Sachsenhausen y Buchenwald.
Durante la madrugada del 3 de agosto de 1944 unos tres mil hombres, mujeres y niños de esa raza que aún estaban en Auschwitz-Birkenau fueron asesinados en las cámaras de gas e incinerados.
El holocausto gitano es poco estudiado y se desconoce el número exacto de víctimas, pero especialistas señalan que esa población quedó reducida a menos de la mitad al final del conflicto, cuando sus condiciones de vida tampoco mejoraron.
Su existencia pasó desapercibida durante el proceso de construcción de la Unión Europea (UE), que ocupó buena parte de la segunda mitad del siglo XX, y a principios de la actual centuria se les mantiene al margen de los beneficios sociales y políticos de estas estructuras.
La mayor parte de 10 millones de gitanos en la UE son ciudadanos de países miembros de ese mecanismo, pero pertenecen a una especie de segunda categoría, están fuera del llamado "estado de bienestar", y carecen de empleo, salud, educación y libertad de movilización.
Quizás de manera involuntaria Francia contribuyó a llamar la atención sobre ellos cuando el ex presidente Nicolás Sarkozy (2007-2012) aplicó una política de expulsiones masivas, que provocó una oleada de reacciones adversas en todo el continente.
Si bien la presión externa obligó al gobierno galo a frenar esas medidas, la situación en el interior del país se hizo cada vez más precaria y no cambió con la llegada de las nuevas autoridades en mayo de 2012.
El 21 de marzo de este año, la Comisión Nacional Consultiva de los Derechos Humanos aseguró en su reporte sobre racismo y xenofobia que "más aún que los musulmanes, los roms migrantes sufren de una imagen extremadamente negativa".
Según una encuesta hecha por la entidad, una amplia mayoría de franceses tienen un mal concepto de estos grupos, sin conocerlos a profundidad.
Organizaciones humanitarias señalan que, al expresar su opinión sobre esta comunidad, la población ignora o evade el tema de la prohibición de darles trabajo, los obstáculos para inscribir a sus hijos en las escuelas o las consecuencias de la constante destrucción y desalojo de sus campamentos.
Cada vez que son expulsados de un lugar, los niños pierden su vinculación docente y los enfermos, muchos con padecimientos crónicos, interrumpen su tratamiento con severos daños para su salud.
La agrupación Romeurope llamó a brindarles mayores oportunidades a los miembros de la etnia y destacó el caso de la joven Anina Ciuciu quien, de deambular de niña por las calles de Lyon, logró ingresar el año pasado a La Sorbona gracias al apoyo de varias personas.
Según los especialistas, será imposible lograr la inserción efectiva de los gitanos a la sociedad, si antes no se rompe la cadena histórica de prejuicios y discriminación, y se les abren las mismas posibilidades que al resto de la población europea.
ARGENPRESS.info
¡Muy buen artículo!. está muy bien enfocado y dá una perspectiva histórica, aunque corta, muy descriptiva de lo que ha sido la trayectoria de este pueblo.
ResponderEliminarA mi siempre me ha parecido muy injusto, que de los millones de gitanos que se masacraron en los campos de concentración nazis, apenas los refieren los cronistas de este holocausto atroz. ¿será por qué su voz es más debil que la de los judios?, o ¿que nosotros no la escuchamos?, porque si vamos a las crónicas de ese acontecimiento nefasto sí que aparecen y en buen número.