Algo nuevo está pasando en Roma y me encanta. Reflexionando en la primera lectura del V Domingo de Pascua, donde habla de la Iglesia misionera, la que recibe una encomienda del Espíritu y se lanza al mundo para mostrar y abrir la "Puerta de la Fe", esa de la que se hizo eco Benedicto XVI para convocar el año de la fe, me he encontrado una joya de Francisco. Es una carta, que no sé si la habéis leído, dirigida a los Obispos de Argentina, con motivo de su Asamblea Plenaria. En el corazón del mensaje que les envía destaca una idea que resalto: Hay que evangelizar, eso supone salir y arriesgar; y el que sale corre el peligro de tener un accidente, de resultar herido, pero es preferible, mil veces dice Francisco, una Iglesia accidentada que enferma. Da que pensar, pero da también para evaluarnos y para dejar de andar elucubrando, siempre con bonitas palabras, pero andando por la casa o por los tejados, pero no con la gente y entre la gente de nuestro tiempo...
CARTA DEL PAPA FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN LA 105 ASAMBLEA PLENARIA
DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA
Queridos Hermanos:
Van estas líneas de saludo y también para excusarme por no poder asistir debido a «compromisos asumidos hace poco» (¿suena bien?) Estoy espiritualmente junto a ustedes y pido al Señor que los acompañe mucho en estos días.
Les expreso un deseo: me gustaría que los trabajos de la Asamblea tengan como marco referencial el Documento de Aparecida y Navega mar adentro. Allí están las orientaciones que necesitamos para este momento de la historia. Sobre todo les pido que tengan una especial preocupación por crecer en la misión continental en sus dos aspectos: misión programática y misión paradigmática. Que toda la pastoral sea en clave misionera. Debemos salir de nosotros mismos hacia todas las periferias existenciales y crecer en parresia.
Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga se enferma en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma. La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial; mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar «la dulce y confortadora alegría de evangelizar».
Les deseo a todos ustedes esta alegría, que tantas veces va unida a la Cruz, pero que nos salva del resentimiento, de la tristeza y de la solteronería clerical. Esta alegría nos ayuda a ser cada día más fecundos, gastándonos y deshilachándonos en el servicio al santo pueblo fiel de Dios; esta alegría crecerá más y más en la medida en que tomemos en serio la conversión pastoral que nos pide la Iglesia.
Gracias por todo lo que hacen y por todo lo que van a hacer. Que el Señor nos libre de maquillar nuestro episcopado con los oropeles de la mundanidad, del dinero y del «clericalismo de mercado». La Virgen nos enseñará el camino de la humildad y ese trabajo silencioso y valiente que lleva adelante el celo apostólico.
Les pido, por favor, que recen por mí, para que no me la crea y sepa escuchar lo que Dios quiere y no lo que yo quiero. Rezo por ustedes.
Un abrazo de hermano y un especial saludo al pueblo fiel de Dios que tienen a su cuidado. Les deseo un santo y feliz tiempo pascual.
Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Fraternalmente.
FRANCISCO
fuente: Vaticano
¡Salir de nosotros mismos y de nuestras seguridades para buscar caminos con horizontes abiertos a un mundo que necesita de todo nuestro valor para :ANUNCIAR, SER TESTIGOS Y CREAR JUSTICIA y ESPERANZA!. Juntos y con la ayuda de Dios podremos lograrlo.
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