Este domingo, que coincide con la celebración de Jesucristo, Rey del Universo, también se propone la jornada anual de sensibilización sobre la situación de las personas sin hogar convocada a nivel europeo por la Federación Europea de Entidades de atención a personas sin hogar (FEANTSA) y que apoya Cáritas Española (ver los materiales).
Después de ver el vídeo que os presentamos, ciertamente entran dudas del "título" que venimos dando a Jesús como rey...
Con el evangelio en la mano, ¿podemos seguir hablando de "Jesús rey del universo"? Un Jesús que luchó contra toda clase de poder; que rechazó como tentación, la oferta de poseer todos los reinos del mundo. Un Jesús que dijo: Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de Dios. Un Jesús que invitó a sus seguidores a no someterse a nadie. Un Jesús que dijo que no venía a ser servido, sino a servir. Un Jesús que dijo a los Zebedeo: "El que quiera ser grande que sea el servidor, y el que quiera ser primero que sea el último. Un Jesús que cuando querían hacerlo rey, se escabulló y se marchó a la montaña; por cierto, con gran cabreo de los apóstoles que se fueron en la barca sin esperarlo. Podíamos hacer más referencias, pero creo que está claro lo que quiero decir. (Fray Marcos)
Pero por encima de "etiquetas" sabemos lo que celebramos en este día: Jesús es el rey de los pobres, con la misma carga emotiva con la que decimos que nuestros hijos son los reyes de la casa. A los más débiles, a la oveja perdida, al solitario, al marginado... a ellos vino a salvar Dios hecho hombre, como nosotros, a golpe de amor y no de poder... Jesús es el rey porque ama a las personas tal como son y lo demostró dándose por nosotros, por todos. Amor tan grande que necesita seguir en cada uno de nosotros desplegándose. Estamos salvados, si salvamos, ¡aquí y ahora! ¡salvados todos!, porque o nos salvamos todos o no se salva ninguno; la salvación no hay que diferirla a un más allá, sino a un más acá. La salvación se actualiza hoy, se obra ahora y sí se hace como Jesús, al ser humano solo se le salva derramando por él nuestra propia sangre y no la de los otros.
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