Ya sé a lo que me voy a dedicar cuando sea más mayor (aún): al espionaje masivo. Seguro que algún malpensado creerá que lo hago para enterarme de las señas de la modista de Doña Merkel o del nombre del ansiolítico que toma el ministro Wert, caso de que no sea así de natural. Pues no, mi intención es puramente espiritual y apoyada en un sólido fundamento bíblico: recuerden la parábola del administrador sinvergüenza que cuando vio que se le venía encima un ERE, pactó con los acreedores de su jefe y consiguió asegurarse el futuro. Si Jesús lo puso de modelo por su astucia ¿por qué no van a parecerle también ejemplares las actividades de gente vigilante y atenta que se aplica a escuchar palabras de otros, rastrear sus comunicaciones, recolectar sus datos y descifrar sus mensajes? Ya quisiera yo para mí algunas actitudes de esos “hijos de la tinieblas” y buena falta nos hacen a los “hijos de la luz”: vivir más pendientes de la Palabra, escucharla con más intensidad y atención, tener el oído puesto en la gente, la de cerca y la de lejos: qué les pasa, qué viven, qué buscan, qué necesitan.
Ya me veo contratada por el CNI: “Aquí la agente especial KZ37. Interceptado mensaje de emisor identificado como Adviento. Lo filtro, desencripto y descifro: anuncia llegada de INMENSA ALEGRÍA. Activo código de emergencias. Me mantengo en estado de máxima alerta a la espera de instrucciones. Corto y cambio. De vida, claro”.
Fuente: Dolores Aleixandre
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