viernes, 22 de marzo de 2013

volved-vivid (Domingo de Ramos)


Buscando la esencia

Reflexiones a propósito del Evangelio del Domingo de Ramos


  Es el domingo de los olivos, de las ramas de olivos, del Monte de los Olivos. Esté árbol, símbolo de la paz para nosotros, aparece en cada recodo de los texto de hoy desde el alba límpida y serena.

   En el tumulto que agita Jerusalén con la llegada de Jesús, su arresto, su juicio y su subida al calvario, el olivo recuerda que todo eso cobra sentido en el jardín dulcemente bañado por el sol naciente de Pascua… 

  El olivo es Cristo, el único que conoce la dureza del paso y la gloria de la meta. Jesús que está atento y en calma, pero no impasible y distante.

   A su alrededor, todo da vueltas. Le gritan: ¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Y algunas horas después: ¡muerte, muerte! 

   Las espadas brillan y los palos se enfrentan; Jesús cura al siervo herido del sumo sacerdote. Pedro asegura querer seguirle a todas partes, incluso a la cárcel y a la muerte; después lo abandona de la manera más cobarde. 

   En medio de todo esto, Cristo sigue siendo el Maestro-Siervo que implora a su Padre el perdón y el consuelo.

   Si hubiera que retener una sola frase, sería la dirigida a Pedro: Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos... 

   Cuando te recobres: de tus errores, de tus dudas, de tus escapadas, de tus piruetas intelectuales, de tus tentaciones de poder, de tu existencia gris, de tu egoísmo febril… 

   Cuando vuelvas al verdadero Amor… 

   Da firmeza  a tus hermanos: ayúdales a ser sólidos, confiados en el Amor eterno del Padre, amantes de la Vida, llenos de humor ante las rascaduras cotidianas, serenos ante las agitaciones del mundo; dales la mano para que juntos viváis ya la vida eterna que brota de una tumba después de una mañana de Pascua.

   A todos los hombres, dispersos por el miedo y escondidos en su desconfianza y en su soledad, palabras inspiradas en el corazón del profeta Ezequiel: 

¡Volved y vivid!
(Bagot) 


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