La comunidad parroquial rezará los laudes del Viernes Santo, el día 29 a las 10 de la mañana en la Capilla. Te puedes bajar la oración en el siguiente enlace:
Sentido del día
Probablemente, Jesús contó desde muy pronto con la posibilidad de un desenlace fatal. Toda su vida se había dedicado a combatir el sufrimiento en la enfermedad, las injusticias, la marginación, el pecado o la desesperanza. Si acepta la persecución y el martirio será por fidelidad al proyecto del Padre. Mantenerse fiel no era solo aceptar un final violento, significaba tener que vivir día a día en un clima de inseguridad y enfrentamientos, de descalificación y rechazo; no poder anunciar el reino de Dios desde una vida serena y tranquila.
Era inevitable que, en su conciencia, se despertaran no pocas preguntas: ¿cómo podía Dios llamarlo a proclamar la llegada decisiva de su reinado, para dejar luego que esta misión acabara en un fracaso? ¿Es que Dios se podía contradecir? ¿Era posible conciliar su muerte con su misión? Se necesitaba mucha confianza para dejarle actuar a Dios y ponerse en sus manos, a pesar de todo. Jesús lo hizo. Su actitud no tuvo nada de resignación sumisa. No se dejó llevar pasivamente por los acontecimientos hacia una muerte inexorable. Se reafirmó en su misión, siguió insistiendo en su mensaje. Se atrevió a hacerlo no solo en las aldeas apartadas de Galilea, sino en el entorno peligroso del templo. Nada le detuvo.
Morirá fiel al Dios en el que ha confiado siempre. Seguirá acogiendo a pecadores y “excluidos”, aunque su actuación irrite; si terminan rechazándolo, morirá como un “excluido”, pero con su muerte confirmará lo que ha sido su vida entera: confianza total en un Dios que no rechaza ni excluye a nadie de su perdón.
Lo que Dios quiere no es que maten a su Hijo, sino que su Hijo sea fiel a su proyecto salvador hasta el final: que siga buscando el reino de Dios y su justicia para todos, que siga encarnando su amor a toda la humanidad “hasta el extremo”. Por su parte, Jesús, el Hijo amado, entrega su vida porque se mantiene fiel a ese proyecto salvador del Padre, encarnando su amor infinito por sus hijos e hijas.
En la cruz, Padre e Hijo, están unidos por un mismo Amor, no buscando sangre y muerte, sino manifestando hasta qué extremo insondable llega la locura de su amor por las criaturas.
Estas reflexiones de Pagola nos pueden ayudar a centrar la celebración de este Viernes Santo que nos recuerda que el Amor es fruto de la Fe.
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