miércoles, 11 de diciembre de 2013

Lo primero: el hombre



"Quiero saber si el río se aleja de sí mismo
estrechando unas formas en silencio"
(Vicente Aleixandre)
15 de diciembre Tercer domingo de Adviento
Mt 11, 2-11
"Jesús respondió:
Id a informar a Juan de lo que oís y veis: ciegos recobran la vista, cojos caminan, leprosos quedan limpios, sordos oyen, muertos resucitan, pobres reciben la Buena Noticia".
¿Por qué habla de ciegos, sordos, cojos, inválidos, leprosos...? Son colectivos objeto de marginación. El texto quiere decir que la llegada del Reino tendrá consecuencias para todos, pero sobre todo para los más desfavorecidos, que habían perdido toda esperanza. Quiere decir que el que acoja el Reino, saldrá de la dinámica de la opresión y entrará en la dinámica del servicio.
Por cierto, entre los signos de la presencia del Mesías no hay ni un solo signo religioso: ni culto ni rezos ni sacrificios... Esto tenía que hacernos pensar. Los cristianos nos olvidamos con frecuencia que, para Jesús, lo primero es el hombre; incluso antes que el culto (Dios).
La buena noticia que se anuncia a los pobres (que hemos olvidado los cristianos) es la noticia de que Dios es Abba para todos.
La noticia de que la salvación viene de Dios y ya se la ha concedido a todos.
La noticia de que Dios no va a pedirnos cuenta de nuestros pecados, sino que nos ha liberado ya de todos ellos.
La noticia de que no son los sabios y entendidos los que descubrirán ese Dios sino los sencillos.
La noticia de que no son los que detentan el poder, sea civil o religioso, los que están más cerca de Dios, sino los que lo sufren y padecen.
La noticia de que no son los "buenos" los que encontrarán a Dios de cara, sino las prostitutas y los pecadores.
Ni Juan ni los apóstoles estaban capacitados para entender a Jesús. Su figura no se ajusta al Mesías que ellos esperaban. Jesús rompe todos los moldes, desbarata todas las expectativas. Lo que aporta va en la dirección contraria de lo que esperaban. No viene a imponer nada, sino a proponer una dinámica de servicio. Su actitud de no-violencia, de no defenderse de los enemigos, de no destruir al adversario, escandaliza a todos, incluido a Pedro. No sólo no viene a imponer "justicia" sino que acepta la injusticia en su propia carne. De ahí la frase final de Jesús: "y dichoso el que no se escandalice de mí".
El Reino no lo hacen presentes los ciegos o sordos o cojos curados, sino el que se preocupa de ellos. Solo los hechos en beneficio de los demás hacen presente a Dios.
Seguimos escandalizándonos, porque la salvación que Jesús nos trajo no responde a la que nosotros seguimos esperando. Seguimos sin enterarnos de que el amor que predica Jesús es absolutamente eficaz si se hace vida, pero es completamente inútil si se queda en teoría.
El amor nunca se pondrá al servicio de nuestro ego para conseguir seguridades o alcanzar provecho personal. El amor va siempre en dirección a los demás y se olvida de sí mismo. Nos empujará siempre a desprendernos de nuestro ego, potenciando la unidad con los demás. El amor compasivo es nuestra verdadera naturaleza. El egoísmo es nuestra destrucción.
En contra de lo que solemos pensar, la inmensa mayoría de las miserias humanas no están a la vista. Todos estamos rodeados de carencias, más importantes que las estrictamente vitales como pueden ser alimento y vestido. La falta de alimento me puede matar biológicamente, pero la falta de amor (activo o pasivo) me mata como ser humano, y eso es mucho más grave.
Todos necesitamos ayuda de los demás en mil aspectos, que ni siquiera queremos reconocer. Pero también yo puedo ayudar a todos los seres humanos que encuentro en mi camino. Cada uno necesitará algo distinto, pero puedo estar seguro de que todos esperan algo de mí. Entraré en la dinámica del Adviento cuando haga presente el Reino, no defraudando al que espera algo de mí.
Fuente: Fe adulta

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