Buscando la esencia |
Compartimos una reflexión que hemos recibido en forma de carta a propósito de la celebración de La Trinidad del próximo domingo 26 de mayo. Os recordamos que en la Eucaristía de 12,30 celebraremos el Sacramento de la Unción de Enfermos.
La Santísima Trinidad, 26 de mayo
Queridos lectores y amigos:
Es importante que nuestro viaje hacia Dios tenga una cierta arquitectura de diseño más clasicista que barroca. Las ‘Columnas de la Peste’ de las Plazas de Centroeuropa, desbordantes de dogmas Trinitarios, confunden más que aclaran. Como todos los definidos a golpe de ex-cathedra, que dejan el alma contusionada para la eternidad.
Necesitamos construir paisajes interiores donde reverberen crepúsculos que incendien las cumbres y los llanos. Donde se puedan talar boscajes dogmáticos y desnudar árboles rituales y morales que ciegan la vista del paisaje. En definitiva, “un viaje para conocer mi geografía”, en palabras de un loco simbolista de París llamado Baudelaire.
La geografía donde realmente ese Dios y yo -y todos- habitamos; donde “el amor ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5, 5) y “que nos guiará a toda la verdad” (Juan 12, 13). Un Espíritu del que todos tenemos la simiente depositada en nuestros surcos, con virtualidad para sanar, amar, transformar.
Cuando entramos en contacto con esa semilla, somos capaces de tocar a Dios Padre y a Dios Hijo. Un contacto no como concepto, sino como realidad viva: la de la vida de Jesús, enseñanza más básica, más importante incluso que la fe en la resurrección o la fe en la eternidad, en testimonio de un Maestro budista de nuestro tiempo.
Desde el corazón, y para el mundo entero,
Vicente Martínez
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