miércoles, 24 de abril de 2013

La desigualdad se dispara, el sufrimiento se agrava, el futuro se hipoteca




Las consecuencias de la crisis están haciendo aumentar la pobreza y la desigualdad en España a un ritmo como no se había registrado antes. Nos lo explica Anna Boluda en Inspira a partir de los últimos informes de Cáritas, el OSE y UNICEF, entre otros. ¿Podemos seguir ignorando la realidad? ¿nos vamos a quedar indiferentes?

Por: Fundació Roger Torné el 22/04/13

Las consecuencias de la crisis están haciendo aumentar la pobreza y la desigualdad en España a un ritmo como no se había registrado antes. Sólo en los dos primeros años, entre 2007 y 2009, la diferencia entre los más ricos y los más pobres aumentó un 10%, según el primer Informe sobre la desigualdad en España elaborado por la Fundación Alternativas. Y hasta el 2011 la desigualdad creció casi un 30%, según otro informe reciente, Desigualdad y Derechos Sociales, elaborado por la Fundación Foessa y presentado por Cáritas. La tendencia no remite, y las familias con menos recursos son las más perjudicadas.

Esta situación responde en buena parte a la pérdida masiva de puestos de trabajo (actualmente, en el 10% de los hogares españoles no trabaja ningún miembro de la familia), pero la pobreza también aumenta entre personas que tienen un trabajo y un sueldo: el 12,7% de quienes trabajan están bajo el umbral de pobreza. Esta “pobreza laboral” afecta sobre todo a mujeres, jóvenes e inmigrantes. Pero, de hecho, la renta media se ha desplomado en general. El informe Foessa indica que la capacidad adquisitiva media en 2012 fue de 18.500 euros, por debajo de la de hace diez años. Y mientras la renta media ha caído un 4%, los precios han subido un 10%. Un 44% de los hogares no tiene capacidad para hacer frente a gastos imprevistos (en 2007 eran el 30%).

Pobreza en aumento

Claro y conciso: hay más personas pobres. El umbral de pobreza se establece ahora en 7.300 euros anuales para una persona sola, la mitad por cada adulto adicional dentro de la unidad familiar y un 30% de esta cantidad por cada niño. Es decir, unos 15.800 euros para una familia de dos adultos y dos menores. En total, más de 10 millones de personas en España. Un 21,8% de la población. Y un 6,4% están en situación de pobreza severa (menos de 3.650 euros anuales por persona), en riesgo de exclusión social. Las cifras se agravan en el caso de familias monoparentales (38% bajo el umbral de pobreza, 11,7% en pobreza extrema) y las familias con tres o más hijos a cargo (48% bajo el umbral de pobreza).

Además, la desigualdad marca diferencias entre comunidades autónomas (el PIB del País Vasco es más del doble que el de Extremadura, por ejemplo), y entre barrios dentro de una misma ciudad (en Barcelona la renta media por persona es tres veces más alta en Sarriá-Sant Gervasi que en Nou Barris).

Impacto en la infancia

Con todo esto, la pobreza infantil en España es una de las más altas entre los países industrializados, sólo superada por la de Letonia, Estados Unidos o Rumanía, según el estudio que acaba de presentar UNICEF y que compara los 29 estados con economías más desarrolladas en términos, por ejemplo, de bienestar material, salud, educación, o vivienda y medio ambiente.

Pero, más allá de la frialdad de los datos, esto quiere decir que los niños están sufriendo, y mucho. “Los hogares pobres donde hay niños están de media a un 40% de distancia del umbral de la pobreza. No es sólo pobreza, es pobreza intensa. Estamos hablando de familias de dos adultos y dos niños con ingresos de poco más de 8.000 euros por año”, nos explica Gabriel García Bueno, responsable de políticas de infancia de UNICEF España. “Los niños están sufriendo más que otros grupos de edad los impactos de la crisis. El deterioro de la capacidad económica ha sido brutal. Y España ha pasado de ser un país bastante equitativo a registrar una de las desigualdades más grandes de toda Europa”.

La disminución de los ingresos familiares tiene traducciones inmediatas, desde la cesta de la compra al material escolar, pasando por un concepto nuevo pero del que se oirá hablar mucho : la “pobreza energética”. El último informe del Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE) indica que ya afecta al 10% de la población en España: las limitaciones económicas y el aumento del precio de la energía están haciendo que necesidades básicas como el agua caliente y la calefacción se tengan que usar con cuentagotas en muchos hogares. Y esto puede repercutir en la calidad de vida y la salud, sobre todo de los más pequeños y de las personas mayores.

Consecuencias de futuro

Los efectos inmediatos son los signos más visibles de esta pobreza, pero también tiene consecuencias de futuro: “Muchos hogares con niños están sufriendo una carencia real de ingresos y esto afecta claramente en el día a día. Pero además de las consecuencias directas tenemos que contemplar las que se verán a medio y largo plazo: los niños que ahora están en una familia en situación difícil, que tienen problemas para acceder a la educación, para adquirir los libros de texto y para cubrir necesidades más o menos básicas, ven cómo sus propias expectativas y las que su familia tiene respecto a ellos, decrecen. Es un impacto psicológico que puede influir de por vida. Y las consecuencias de los recortes en enseñanza pública, por ejemplo, las veremos a muy largo plazo: el acceso a estudios superiores y al mercado laboral vendrán marcados por estas desigualdades actuales”, dice García Bueno. De hecho, según los datos acabados de presentar, España ya ocupa la posición 26 en educación entre los 29 países desarrollados, y con un dato especialmente preocupante: el número de jóvenes de entre 15 y 19 años que ni estudian ni trabajan es el más alto con diferencia.

“La desigualdad que estamos viviendo ahora tendrá consecuencias también en el desarrollo general del país”, afirma García Bueno. “Generará más gasto social y puede comportar niveles más altos de tensión social y de delincuencia. No es una pérdida para un cierto grupo de personas, es una pérdida para toda la sociedad”.

Políticas de intervención, clave de la solución

Una de las conclusiones del estudio de UNICEF es que la pobreza infantil en los países desarrollados no es inevitable, sino que depende de las políticas que se aplican: algunos países protegen mucho más que otros a los niños más vulnerables. Es decir, la solución pasaría, más allá de la recuperación económica general, por la aplicación de políticas efectivas de protección del bienestar infantil. De hecho, no siempre los países más ricos tienen una infancia con un bienestar más alto: Eslovenia está mejor clasificada que Canadá, y Portugal está por encima de los Estados Unidos. “La intervención pública es fundamental y en España el gasto en protección de la infancia y la familia ha sido siempre muy bajo. Y por eso es uno de los países desarrollados con menos capacidad para reducir la pobreza infantil”, afirma el portavoz de UNICEF.

El gobierno español se ha comprometido a incluir medidas de reducción de la pobreza infantil dentro de diversos planes de acción que está elaborando para la inclusión social y el apoyo a las familias. Pero lo cierto es que hoy por hoy no se ha concretado nada. Para pedir que estas promesas se hagan realidad, desde UNICEF han iniciado una recogida de firmas. “Es hora de que el compromiso que llena titulares se transforme en acciones concretas que mejoren la situación de la infancia. No podemos esperar más”, concluye García Bueno.


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