La cruz es una palabra trágica, brutal, humillante. Es una condena. Es la muerte más dolorosa. Nadie elegiría una cruz para vivir ni para morir. La rechazamos. No queremos oír hablar de ella. Buscamos otras palabras, hablamos en otros términos… No podemos aguantarla, nos produce rechazo, escalofrío…, o simplemente indiferencia y desprecio.
Rechazo, porque nos humilla o molesta. Escalofrío porque nos duele. O simplemente indiferencia, porque es arcaico hablar de cruz cuando la ciencia o la cultura explican mejor nuestro dolor de otra manera.
Sin embargo, ahí está la cruz. Sin moverse, hincada en tierra. Sin cambiarse de sitio, por mucho que la demos de lado. En mitad de la vida, como si ocupase un lugar privilegiado.
Una cruz que nadie busca y todos tenemos. Porque la cruz es tan universal como respirar. Hay cruz para todos. Cada uno tenemos una cruz, la nuestra. Ahí está incrustada en medio de nuestra vida. Será de una forma o de otra. Será en mi cuerpo o en mi espíritu. Estará presente en mi trabajo o en mi convivencia, será algo íntimo o exterior. La forma es lo de menos. No importa tanto porque la cruz es una experiencia interior.
La llevamos puesta, encima siempre. Sobre nuestros hombros, soportando su peso. La cruz no se compra ni se vende, lleva uno la que tiene. Ahí está, la que te ha tocado en la suerte de la vida.
Nunca nos ponen una cruz que sea superior a nuestras fuerzas. La medida es la justa. La nuestra. A veces nos parece que es mayor, que se han equivocado con nuestra cruz y nos han dado la de otro. O pensamos que nuestro vecino tiene una cruz más fácil, más llevadera.
Todos tenemos nuestra cruz, sin poder evadirnos de ella. Forma parte de la vida. Es un ingrediente esencial. Así es, lo queramos o no. Podemos filosofar sobre ella, discutir sobre su origen y sus causas. Tratar de explicarla. Pero todo eso no mueve ni un ápice la cruz. Ahí está, en mitad de nuestra vida. La podemos hacer más llevadera, pero siempre tenemos que contar con ella.
La reflexión "Contemplemos a Jesús en la Cruz" la tendremos a partir de las 11 de la mañana del Viernes Santo.
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