Está es la entrada número 100 del Blog de la Parroquia y ya hemos superado, en dos meses, las 10.000 visitas a nuestro sitio web. Con ese motivo me he decidido a escribir sobre estos tiempos, la esperanza y el Adviento.
La gente
esta acostumbrada a animar a los desesperados con el consabido “la esperanza es
lo último que se pierde”, sin embargo yo suelo responder, que “La esperanza no
es lo último que se pierde sino lo primero que se gana porque sino estás
perdido”
Ahora bien,
cómo es que escribo sobre ganar la esperanza, es qué acaso la hemos perdido;
porque, tal como nos van las cosas en general, todo indica que, a pesar de la crisis
económica y de valores, nuestras vidas, dentro de la red social que hemos
tejido, no se sienten tan amenazadas; que, aunque nos ajustemos un poco el
cinturón, nuestro estilo de vida, nuestro ritmo de consumo, apenas se aprecian
cambios. Cabalgamos por los días, las semanas y los meses hacia un fin de año
más, eso sí, mecidos por la bonanza de
cierta certeza de que nada va a cambiar y si cambia tendrá remedio.
Los Mass Media, por ejemplo, nos bombardean con
que cada día cuesta más dinero “llenar el cesto de la compra”, pero ellos mismo
nos dan la solución envuelta en el papel de regalo de las encuestas: “Un
estudio elaborado por el Observatorio de Consumo de Esade refleja una Navidad
de dos velocidades: el 55% de los españoles se podrá permitir alguna alegría y
confiesa que gastará entre 600 y 700 euros por familia, mientras que otro 25%
ajustará sus gastos totales a unos 300 euros” ¡Y aquí no ha pasado nada!
Pero sí
pasa algo, pasa que no nos informan de los hogares que ni siguiera pueden
llenar el cesto con los alimentos básicos, no nos cuentan cómo lo pasarán el
20% de los que no tienen sitio en las encuestas, ni de que la pobreza en
España, lejos de la esperanza de que esté bajando, aumenta escandalosamente. No
sólo los medios de masas, también los Self
Media (la información y diversión que podemos tener a nuestra medida y
gusto gracias a la posibilidad de la comunicación interactiva) están dotando de
una nueva característica a la pobreza: la invisibilidad. Y claro, ojos que no ven corazón que no siente.
Sin embargo, las cifras no mienten y desenmascaran la falsa esperanza, no la
ganada y que reivindico en estas líneas abiertamente, sino la que nos ayuda a
vivir a fuerza de no ver ni sentir.
El Instituto Nacional de Estadística ha realizado un estudio sobre la Pobreza en España del
que destacan 12 datos para la alarma:
- El 21,1 % de la población española vive por debajo del umbral de pobreza en 2012. Es una cifra parecida aunque ligeramente menor (0,7 puntos) que la de 2011. Este leve descenso de siete décimas se explica por la estabilidad de los ingresos de los mayores de 65 años: el resto de la población empeora.
- La situación de los hogares más desfavorecidos se agrava: el porcentaje de hogares españoles que llega a fin de mes con "mucha dificultad" alcanza el 12,7 %, frente al 9,8% de 2011.
- Los ingresos medios anuales de los hogares españoles alcanzaron los 24.609 euros en 2011, con una disminución del 1,9% respecto al año anterior. Si lo dividimos por persona, el ingreso medio de una persona que vive en España es de 9.321 euros, aún un 1,31% más bajo que en 2011.
- La tasa de pobreza disminuye entre los mayores de 65 años: ha pasado del 21,7% en 2010 al 16,9% en 2012. Influye su inmunidad a los vaivenes inmobiliarios, ya que la mayoría ya tiene vivienda en propiedad y pagada, según el INE.
- La tasa de pobreza aumenta entre las personas en edad de trabajar, entre 16 y 64 años, pasando del 19,4% en 2010 al 21,0% en 2012.
- Uno de cada cuatro menores de 16 años se sitúa por debajo del umbral de pobreza.
- La pobreza está relacionada con el nivel de formación: el 28,9% de la población que ha alcanzado un nivel educativo equivalente a la educación primaria o inferior, está en riesgo de pobreza. Cuando el grado alcanzado es la educación superior, dicha tasa se sitúa en el 10,0%.
- La tasa de pobreza entre los inmigrantes no comunitarios en España es del 43,5%. No es un número tan significativo como para forzar demasiado el dato general: si solo midiéramos a los españoles, la tasa sería del 19%, solo dos puntos menos que la común.
- El 44,5% de los hogares no se puede permitir ir de vacaciones fuera de casa al menos una semana al año. Este porcentaje es 5,6 puntos mayor que el registrado en 2011.
- El 40,0% de los hogares no tiene capacidad para afrontar gastos imprevistos, frente al 35,9% del año 2011.
- El 7,4% de los hogares tiene retrasos en los pagos a la hora de abonar gastos relacionados con la vivienda principal (hipoteca o alquiler, recibos de gas, electricidad, comunidad,...). Este porcentaje es 1,2 puntos mayor que el del año anterior.
- EL 29,9% de los hogares españoles tiene pendiente el pago de una hipoteca. En el 9,3% de los casos se vive de alquiler.
Más aún, a la pobreza invisible, hay
que añadir otras dos características: La
“persistencia” y la “transmisión generacional”. El despegue
económico no ha producido distribución, sino, un aumento de la precariedad
laboral. Los “pobres invisibles” son obreros
sin trabajo, jóvenes que no acceden a su primer trabajo o con empleos temporales, mujeres con hijos a su cargo,
inmigrantes, ancianos y niños.
La realidad nos está pidiendo una transformación
que comienza por cambiar nuestro estilo de vida, pero aquí nos encontramos con el
problema, que a la vez es causa de la invisibilidad de la pobreza: No estamos
dispuestos a cambiar.
Existe un elemento o factor de
conducta que influye poderosamente en nuestro estilo de vida. Los economistas
lo llaman descuento hiperbólico, los
sociólogos búsqueda de la satisfacción
inmediata y, la gente sabía, es decir, nuestros mayores, “más vale pájaro
en mano que ciento volando”. Si
a una persona le dan a escoger entre 50 euros hoy o 100 euros mañana, lo normal
es que prefiera esperar a los 100. Pero si el plazo de tiempo es de un año,
casi todo el mundo prefiere quedarse con los 50 euros en mano. Las
consecuencias futuras -buenas o malas- no suelen contar mucho en nuestras
decisiones actuales (Anthony Giddens).
En otras palabras, que estaríamos
dispuestos a cambiar si viéramos los beneficios del esfuerzo recompensados en un
corto plazo de tiempo. Si cayera sobre nosotros la amenaza de que en muy poco
tiempo podríamos engrosar las filas de los invisibles,
comenzaríamos a pensarnos si disminuimos el tren de vida que llevamos.
Si sólo la catástrofe
inmediata nos hace cambiar, ¿qué cabida tiene la esperanza, como virtud, en el
día a día? En lugar de vivir en esperanza, tiramos hacia delante, ciegos e
insensibles, agarrándonos a la espera de los desesperados cuando todo sale mal.
Por eso, el Adviento, nos recuerda
cada año que tenemos que cambiar, recuperar los horizontes utópicos, alimentar
el alma y llenar nuestras entrañas de comprensión hacia los demás, hermanas y
hermanos nuestros, para construir un nuevo mundo a fuerza de ganar la esperanza
desde el signo de un Dios que se hace hombre, niño y frágil, para salvarnos.
Felipe Manuel Nieto Fernández
Párroco de Cristo Salvador
Madrid
Párroco de Cristo Salvador
Madrid
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