Buscando la esencia |
Evangelio del XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario
La imagen de "vivir como un rey" "es el rey de la casa..." la usamos todavía: sabemos lo que significa: “muy bien”, “el mejor…” Pero la metáfora es siempre mucho más expresiva que el concepto. Y Jesús habla mucho en metáforas. Dios es padre, médico, puerta, agua, pastor, luz, pan y vino... cada metáfora aporta un poco, y ninguna es completa.
Jesús se propone a sí mismo como el “anti-rey”: Ni poder, ni dinero, ni reconocimiento oficial, ni armas, ni acepción de personas. Los reyes de este mundo son así, pero Jesús no es un rey de este mundo. Sus armas son la capacidad de con-padecer, la dedicación a curar, decir la verdad hasta la muerte, preferir a los últimos, ponerse siempre a favor de las personas, ser impuro para poder ayudar. Extrañas armas y extraño rey.
Y, en esta misma línea, el reino de Dios es "el anti-reino". Lo que reina en el mundo es la necesidad obsesiva de consumir, de trepar, de competir. Lo que reina en el mundo es la desconfianza y la venganza y la injusticia; el menosprecio de los pobres, la explotación de la naturaleza... y no es que reinan porque todos son así, sino porque eso es lo que domina, lo que se impone, lo que aparece en los medios, lo que se presenta como éxito.
Jesús propone exactamente lo inverso: que domine, que se imponga, que se considere como éxito la solidaridad, el respeto, la justicia, la buena fe, la reconciliación.
Jesús le dio la vuelta a la historia, la puso derecha. Es testigo de la verdad introduciendo el amor y el Reino de Dios en la historia humana. Seguir a Jesús nos lleva a conocer una verdad liberadora que trasforma nuestra vida:
Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo;
para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz
Ante la situación actual que vivimos (o mejor, padecemos) sobran palabras como: "no podemos hacer nada" "no hay alternativas"... si escuchamos al Testigo de la Verdad descubriremos que hay acciones que podemos realizar. Tenemos en las manos, cada uno de nosotros, un pedacito de mundo en el que podemos hacer algo para que la sociedad marche mejor.
Hay realidades dramáticas, de exclusión y desentendimiento, que estamos haciendo que sean invisibles, como las más de 1.700 las personas sin techo que viven en nuestras calles.
Hay, también, acciones pequeñas que podemos discernir y diseñar en las pequeñas comunidades, para conseguir que personas que no tienen hogar también cuenten. Solo hay que cambiar de enfoque.
Que ellos, tambien, cuenten,
no es un regalo, es un derecho.
¡Nadie Sin Hogar ni Techo!
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